Los coches-tanque iban llegando agolpándose a la entrada de la Galería Vito, ese día se inauguraba una exposición de un pintor importante, y yo por amistad estaba invitada. Sus ocupantes Iban descendiendo de ellos y al cabo de segundos pensé que sufría un deja vú. ¡Eran tan iguales!. Ellas vestían perlas enormes al cuello y guantes de cuero y se hacían acompañar por figurines de elegantes escaparates, de blazer azules y rostros muy morenos. Algunos conducían sus propios coches, pero eran minoría.
Al poco rato el corrillo de expectación se hizo enorme. En la alfombra roja, esperando con focos y micrófonos en mano estaban los medios especializados, y ocupando toda la calle un enorme tanque blanco. Con éste dudé si verdaderamente España entraba en guerra. Bajaron tres guardaespaldas fornidos con trajes irrompibles bien ajustados. Y cercándoles, por fin descendieron los ilustres invitados.
El propietario de unas de las fortunas más importantes de este país, y una de las colecciones pictóricas más envidiadas, pero que a juzgar por el tamaño de su cuello, bien podría pasar por uno de ellos. Junto a él contrastaba la delgadez de su esposa, subida en enormes plataformas de tacones de aguja, happy-face, melena ondulada al viento y riguroso luto.
-¿Elena, has visto? Es el hijo de la varonesa. Seguro que compra algún cuadro. Elena era mi acompañante para estos actos, siempre me baja a mi lugar de origen.
-Buah…, sabes quién viene al gimnasio de mi barrio y que veo todos los días…al hijo del humorista de los 70, ese que es sarasa. – Contestó ella quedándose tan pancha. ¿Es lo mismo no?
-Elena, por favor, no es lo mismo, dije yo mientras sacaba un pitillo del bolso, y ¡me quedé dudándolo unos segundos!
-Pasemos dentro, no vaya a ser que nos saquen en el papel couché y mi director se enfade. Ya sabes cómo es, por una foto suya en las revistas, mata.
Al entrar el calor me golpeó la cara. Busqué al camarero y alcancé una copa. Todos menos yo aguantaban con sus chaquetas puestas. Había tanta gente agolpada por todos lados que apenas dejaban ver la voluminosa obra. Según iba avanzando se me aparecían como el agente Smith a Nero.
Eché un ojo hasta donde mi altura me permitía y pude localizar a algún pintor amigo. Acercándome entre empujones y botox también encontré al anfitrión y le saludé
-Elena, una cosa, si dentro de algunos años ves que voy pareciéndome a estos bustos de escayola pégame un grito por favor – le dije en bajito y suplicando yo. ¿cómo se llama al que hace esto?… ¿doctor?
-¡Descuida!. Además siempre es mucho mejor ponerse peras y culo, no sabes cómo se liga. Sentenció. ¡Así es ella!
No alcancé ningún canapé. Volaban de las escasas bandejas por encima de mi cabeza, aunque por suerte y algo de pericia logré atrapar una trufa. Como no podía comer me dí a la bebida y en segundos Iba por la tercera copa de un auténtico Champagne francés.
¡cómo son estos ricos, ponen en consonancia, el precio del cuadro con el de la borrachera!. – Pensé para mis adentros. Mientras tanto mi amiga ya había entablado conversación con dos metrosexuales, que no dejaban de mirarla atentamente sólo a la cara.
Ya me quería ir, pero decidí fumar un cigarrillo primero. Al salir una señora me pidió fuego, me sonrió y me contó que era doctora.
-¿De qué?
– De cirugía estética. Mira …voy…a …- me dijo- metiendo su brazo en el bolso….
-¡Noooo … por Dios, no irá a sacar el bisturí aquí!. – exclamé con guasa.
-Noooooo, vooooos tranquila. Tomá mi tarjeta para cuando creàs que lo necesitás. Me dijo sonriendo. ¡Aquí tengo muchos clientes y estoy segura que no sabrás distinguirlos! Me contó convencida. Además si vásss de parte de algún amigo siempre hago descuento.
¡Qué alivio! -le di las gracias. ¡Qué iba a hacer! ¡Matarla!
Sabésss, me meto dentro, recojo a mi esssposo y nos vamos con amigos a tomar un vodcasito, que estoy agotada de tanto cuadro.
Fenomenal – pero hazme un favor, no operes hoy. Dije entre risas.
Cansada de tantas experiencias juntas, le supliqué a Elena que nos marchásemos y una vez en la salida, los periodistas seguían preguntando a los famosos:
-¡qué tal la exposición!
-¡Bárbara!, ¡no se la pierdan por favor!.