Esquina Vírgen de los Peligros con Alcalá.
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Dejé confiada la prótesis  en el suelo y descansé  el hombro, sabiendo que no podría escaparse  sola, por mucho que aún  llevase el zapato.
Si mi hijo me hubiese visto trastear buscando su antigua pierna  en el armario seguro que me  hubiese dejado de hablar,  a su edad todo lo que hago le avergüenza.
Pero para mí llevarla era importante.
Tenerla tan cerca hacía que no me desviara del pensamiento por el que me había levantado aquella mañana.
Aproveché para cambiar  de  hombro la pancarta que el día anterior había construido,  (una gigantesca tijera con puntas hacia abajo enmarcada en una enorme señal de prohibido, donde figuraba “SANIDAD/DEPENDENCIA”).
Y continué  la marcha. 
¡¡Mira!!,  le dije a Pilar,  -indicándole con el dedo dos calles más arriba-. En aquella cafetería de la esquina,  desde que le jubiralon, quedo con Antonio una vez al mes  para desayunar . 
¡Cada día aprendo de él algo nuevo!.  ¡No sabes lo que he disfrutado todos estos años de su  experiencia y sabiduría en el trabajo y ahora más siendo compañeros de voluntariado!. ¿Te he contado alguna vez que es donde por primera vez se ofreció como donante de riñón para mi hijo? ¿Y que cuando «su amigo» (como él le llama) no podía andar venía a enseñarle a jugar al ajedrez? ¡Es un verdadero amigo!, ahora es a él al que le cuesta andar, pero aún así no falla nunca.
Giré la cabeza  y me vi hablando para un grupo de personas ajenas.
Había aligerado demasiado el paso y Pilar se mezclaba entre una aglomeración que voceaba al unísono “¡Mariano, no llegas al verano!”, «Rajoy no cumples tu programa». 
Me paré y la esperé.
– ¿Has oído algo de lo que te he dicho?. Dije sin convicción.
– ¡Es difícil andar a tu lado entre tanta gente!, ¿qué decías?
– Nada.
Al llegar justo a la esquina, siguiendo la multitud, forzosamente nos detuvimos por una sentada de perros-guía que acompañaban  a un grupo de la ONCE. Al contemplarlos formando piña, con sus miradas perdidas  pero megáfonos en mano se me dibujó una leve sonrisa en los labios.
¡Si hay leyes que siempre se cumplen sin duda son las de Murphy!, ¿qué probabilidad tenía  de encontrarme con alguien conocido entre más de un millón de personas?.
Y de ser conocido…, dentro de la “teoría de los seis grados de separación ”, ¿qué probabilidad de ser uno de los más cercanos, de los que ves día a día, como es el caso de un jefe?.
Pues bien, por la espalda, inesperadamente, la palabra ¡¡¡¡¡¡ROOOOJAAAAAA!!!!!!, de un conocido vozarrón se alojó sobre mi cabeza a modo de enorme chistera, calando de inmediato por mi interior.
Creo que palidecí y sonrojé a la vez –¡si es que eso se pudiera hacer!-.
¡Tampoco supe dónde mirar!.
¡Ni qué hacer!.
¡Sentí bochorno! aún no se porqué.
Fue Pilar, quien saludando apresuradamente me sacó al paso de aquella situación.
  ¿Qué hace por aquí D. Fernando, si hoy no hay oficina?- acompañando a su voz cierta ironía.
   Participo los domingos en las visitas guiadas “Historias y Leyendas de     Madrid”. ¡Son muy interesantes!. Nos cuentan la Historia de Madrid. ¿Sabíais que exactamente donde nos encontramos, en esta esquina, existió un conocido café de tertulias llamado FORNOS y que tiene una leyenda muy bonita de un perro vagabundo al que un Marqués le puso por nombre Paco? Mañana cuando os vea por la oficina os la sigo contando… Y vosotras, …¿qué? …¿habéis estado en la manifestación? ¡Pero mira que sois  rojillas!
¡Volví a cargar la prótesis, levanté la pancarta y reanudamos la marcha hacia la diosa frigia Cibeles!.