Ya no queda patera,
ni tampoco voces.
Multitudes pardas,
de largas algas deformes,  
fijadas a la piel, camuflan también mi renegrido rostro.
Aún conservo mi identidad.
Ni la luz del faro,
ni el despertar del día podrían delatarme.
No me muevo.
Mi pensamiento vuela, trayéndome quién soy  a la orilla.
Mis apellidos,
mis orígenes
y lo que vine a hacer a esta “Tierra de Oportunidades”.
Sigo inmóvil.
A golpes, expulso por mi boca
los restos de un Atlántico culpable de dejarme huérfano.
Por un instante me arrepientode haber venido.

No sé qué hacer,

ni a dónde ir.
Siento frío.
Mucho frío.
La humedad adherida a los huesos penetra al alma,
provocando que pierda un poco el sentido.
Costa.
Sol incipiente.
Niebla densa, envolvente.
¡Los graznidos esta vez
resuenan demasiado cerca.!
Sin éxito,
intento moverme.
Lentamente,
venciendo al dolor lo consigo.
Aparto el lastre y echo andar
llevando únicamente por nombre “un sin papeles”.
Tarifa (Agosto’12) en recuerdo a la desaparecida Samia Yusuf Omar y a «tantos otros» para nosotros «sin nombre».