A mi amado y sus campos de girasoles
El Astro,
en los extensos terrenos,
forman un único manto blondo.
Anhelo retroceder a esa primera tarde,
cuando te observo bajo la copa del viejo sauce,
cercenando la inmensa cortina amarilla con tus manos,
recias con los girasoles,
tersas y obedientes tocando mi piel.
Ahora,
confundida por tu ausencia,
perdida en el luto del negro hollín del asfalto
donde no puedo hallarte,
saludo tu piedra fría,
siente alivio mi desconsuelo si los traigo sobre un papel… ¡pintados!.
A mi querido Manuel Mingorance. Que un día tuvo la generosidad de otorgarme su amistad y confianza y un legado inmenso para la Fundación Irene Megías contra la Meningitis con la que colaboré durante cuatro años.