JAS II

JAS II

Dies ist Ihr Zimmer hat die zweihundert …
Dies ist Ihr Zimmer hat die zweihundert, me vuelve a repetir.
Perdón? Tan sólo llevo dos horas en tu país, me podrías hablar en inglés tal y como te hablo yo? Sólo pedían dominio del inglés.
Parece que me entiende la rubia ésta.
Vaya tía, como las de las películas…menudo brazo y la dentadura…¡ni que fuera el lobo!  ¡La cama  parece buena!, menos mal que es grande, …no aguantaría más de dos días en una de noventa, …ja, y como para acostarme con ésta, ¡es capaz de absorberme vivo! Uff no quiero ni pensarlo.
Bueno, no está mal la habitación, al menos es para mí sólo, ……el armario un poco pequeño, …………… no me han engañado tiene wifi., voy a conectar el Skipe lo primero …que la señora María estará preocupada por su hijo, como si la viera!!!,  y …llamaré a la pobre Rosita que ya debe de haber llegado a Helsinky también ella!!!,
La moqueta está muy gastada, cuanta gente debe pasar por esta Residencia, miraré por la ventana a ver dónde da…..pero si es de noche, qué pronto anochece aquí, esto va a ser lo peor…., bueno no me puedo quejar….cómo ha cambiado todo….no creo que nuestros abueletes viniesen con estos lujos!!!!
y ¿esas llaves que hay sobre la mesa? Perdone, las llaves ¿para qué son…..? ¿qué cabrona, si me entiende perfectamente?, estos alemanes hablan muy bien el inglés, …..pero qué leches si Mallorca es suyo, ¿a que sabe español también  y está disimulando? ¿Me mira con ojitos.? uff ¡Tendré que tener cuidado!.
¡Aquí tiene las llaves!. Esta es para entrar al edificio, …esta otra la de su habitación, …la de la lavandería y esta para el acceso al Hospital, …con esta misma tiene acceso al material de enfermería. De todas formas mañana cuando se incorpore estará una persona para atenderle. Que tenga buena estancia, ah!!! Y Bienvenido!!! ¿Bienvenido?Ves….si lo que decía yo, que va a saber español.
Y ahora ¿qué? ¿Qué hago yo aquí? ¿Quién me ha mandado venir? Tengo ganas de volverme ya. Conectaré con Rosita….maldita clavija!!! Menos mal que me traje la universal……..y ¿cenar? Bajaré al super….cuanto antes me acostumbre a lo que comen aquí mejor será….y ahora ¡este dolor de cabeza!…tranquilo Armando….que todo te va a ir bien….piensa en los 2.2oo euros que vas a ganar…..2.200 euretes…je,je…..voy a poder hasta ahorrar….y tu trrabajo lo dominas….los enfermeros de aquí están menos preparados, y podrás ahorrar algo……si… eso…piensa en positivo……
Rosa..????…Rosa???? qué bien te veo…..
por lo que cuentas mi habitación es mayor….
cómo dices a menos 20? eso es muy difícil de soportar…no vas a poder salir ni a la calle….
te tenías que haber venido con el grupo, no irte allí tú sola…..
¿cómo dices?
si claro,…
…claro…..
…claro que es lo mismo!!!!
La crisis de la Democracia

La crisis de la Democracia

Miro la mesa y observo las papeletas. Cada una con sus interminables listas de candidatos a parlamentarios y a senadores. Miro y remiro ….me paro detenidamente…, reflexiono unos segundos, me interrogo, busco la mía. Abro el bolso, saco mis gafas de presbicia y termino pasando detenidamente la mano a lo largo de mi preciosa melena rubia.
Me gusta vivir bien. Entonces eso querrá decir que soy de derechas. Voy a votarles.
La enseñanza pública y de calidad para todos. No, entonces es que soy de izquierdas.
Oye, que haya también enseñanza privada. Pues entonces vuelvo a ser de derechas…
La sanidad gratuita de calidad para todos. Vuelvo a ser de izquierdas.
La sanidad privada, para el que quiera pagarla. Porque puede ser más personalizada, menos masificada y ahorra tiempo. ¡Anda…ahora vuelvo a ser de derechas!.
Abogo por la familia…eso es…, ¡ahora si que soy de derechas!.
Y que mi hermano gay también la tenga…..no,no,no, madre mía…. que soy de izquierdas.
Soy creyente, y practicante devota. Ahora sí, ahora está claro, …soy de derechas.
Pluralidad religiosa, que siempre se realice fuera de las instituciones públicas, en el ámbito de lo personal y que se puedan manifestar libremente los ateos. Uf ¿entonces irremediablemente sí que soy de izquierdas? ¡Voy a arder en los infiernos eternamente! ¡Pero qué digo…si Jesús es amor, Jesús no castiga!
Me gusta el azul y el rojo. El amarillo, el verde e incluso el negro. Quiero y vengo a votar. Si algo tengo claro es que soy Demócrata. Dejo paso al señor que se me acerca por la derecha, y continúo parada, sigo buscando ¿dónde está la papeleta?.
Retrato de actualidad

Retrato de actualidad

Los coches-tanque iban llegando agolpándose a la entrada de la Galería Vito, ese día se inauguraba una exposición de un pintor importante, y yo por amistad estaba invitada.  Sus ocupantes Iban descendiendo de ellos y al cabo de segundos pensé que sufría un deja vú. ¡Eran tan iguales!. Ellas vestían perlas enormes al cuello y guantes de cuero y se hacían acompañar por figurines de elegantes escaparates, de blazer azules y rostros muy morenos.  Algunos conducían sus propios coches, pero eran minoría.
Al poco rato el corrillo de expectación se hizo enorme.  En la alfombra roja, esperando con focos y micrófonos en mano estaban los medios especializados, y ocupando toda la calle un enorme tanque blanco.  Con éste dudé si verdaderamente España entraba en guerra.  Bajaron tres guardaespaldas fornidos con trajes irrompibles bien ajustados.  Y cercándoles, por fin descendieron los ilustres invitados.
El propietario de unas de las fortunas más importantes de este país, y una de las colecciones pictóricas más envidiadas, pero que a juzgar por el tamaño de su cuello, bien podría pasar por uno de ellos. Junto a él contrastaba la delgadez de su esposa, subida en enormes plataformas de  tacones de aguja, happy-face, melena ondulada al viento y riguroso luto.
-¿Elena, has visto?  Es el hijo de la varonesa.  Seguro que compra algún cuadro. Elena era mi acompañante para estos actos, siempre me baja a mi lugar de origen.
-Buah…, sabes quién viene al gimnasio de mi barrio y que veo todos los días…al hijo del humorista de los 70, ese que es sarasa. – Contestó ella quedándose tan pancha. ¿Es lo mismo no?
-Elena, por favor, no es lo mismo, dije yo mientras sacaba un pitillo del bolso, y ¡me quedé dudándolo unos segundos!
-Pasemos dentro, no vaya a ser que nos saquen en el papel couché y mi director se enfade. Ya sabes cómo es, por una foto suya en las revistas, mata.
Al entrar el calor me golpeó la cara. Busqué al camarero y alcancé una copa. Todos menos yo aguantaban con sus chaquetas puestas.  Había tanta gente agolpada por todos lados que apenas dejaban ver la voluminosa obra. Según iba avanzando se me aparecían como el agente Smith a Nero.
Eché un ojo hasta donde mi altura me permitía y pude localizar a algún pintor amigo. Acercándome entre empujones y botox también encontré al anfitrión y le saludé
-Elena, una cosa, si dentro de algunos años ves que voy pareciéndome a estos bustos de escayola pégame un grito por favor – le dije en bajito y suplicando yo. ¿cómo se llama al que hace esto?… ¿doctor?
-¡Descuida!.  Además siempre es mucho mejor ponerse peras y culo, no sabes cómo se liga. Sentenció.  ¡Así es ella!
No alcancé ningún canapé. Volaban de las escasas bandejas por encima de mi cabeza, aunque por suerte y algo de pericia logré atrapar una trufa.  Como no podía comer me dí a la bebida y en segundos Iba por la tercera copa de un auténtico Champagne francés.
¡cómo son estos ricos, ponen en consonancia, el precio del cuadro con el de la borrachera!. – Pensé para mis adentros.  Mientras tanto mi amiga ya había entablado conversación con dos metrosexuales, que no dejaban de mirarla atentamente sólo a la cara.
Ya me quería ir, pero decidí fumar un cigarrillo primero. Al salir una señora me pidió fuego, me sonrió y me contó que era doctora.
-¿De qué?
– De cirugía estética. Mira …voy…a …- me dijo- metiendo su brazo en el  bolso….
-¡Noooo … por Dios, no irá a sacar el bisturí aquí!. – exclamé con guasa.
-Noooooo, vooooos tranquila. Tomá mi tarjeta para cuando creàs que lo necesitás. Me dijo sonriendo. ¡Aquí tengo muchos clientes y estoy segura que no sabrás distinguirlos! Me contó convencida. Además si vásss de parte de algún amigo siempre hago descuento.
¡Qué alivio! -le di las gracias. ¡Qué iba a hacer! ¡Matarla!
Sabésss, me meto dentro, recojo a mi esssposo y nos vamos con amigos a tomar un vodcasito, que estoy agotada de tanto cuadro.
Fenomenal – pero hazme un favor, no operes hoy.   Dije entre risas.
Cansada de tantas experiencias juntas, le supliqué a Elena que nos marchásemos y una vez en la salida, los periodistas seguían preguntando a los famosos:
-¡qué tal la exposición!
-¡Bárbara!, ¡no se la pierdan por favor!.
La reunión del tuper-sex

La reunión del tuper-sex

Cuando te llaman para que asistas a una reunión de tupper -sex, una nerviosa carcajada se te escapa primero, te asomas al espejo, cuentas las arrugas, y accedes.
-¿Pero quién va? – le dices entre risas. –A mí ya no me hace falta.
-Anda nena, siempre viene bien. No te preocupes, es gente maja, vecinas, todas más o menos de la edad. Una viuda, dos separadas, una recién parida, y las siete restantes casadas. . -Sentencia ella.
-Visto así me está dando hasta pena. Soy de la mayoría-. Contesté, aún, riendo.- A demás no conozco a nadie, ¿van chicos?-
– Clara, por favor, los chicos no van a estas reuniones, anda…¡vente!, seremos las doce del patíbulo…con lo divertida que eres tú… en seguida rompes el hielo, además habrá aperitivos y bebida.  Me dijo conociéndome, María.
-Vale, estaré puntual mañana, pero con tres como yo arruinaremos a la comercial.
Al día siguiente empecé con mi rutina. Me metí de lleno con mis quehaceres: los coles, la compra, la ropa, el entrenador personal, la escritura, la comida, y mi hora preferida, el  café con François,(mi amigo profesor de francés de origen senegalés), a las seis  recoger a los niños y  ya entrada la media tarde me acicalé para ir a la aventura.
Al entrar, una señora bastante mayor, me entregó en el hall un vaso cargado de cachaza y caipiriña. Comprendí que debía de dejar en el felpudo la vergüenza, el aburrimiento y las coletas.
-Hola yo soy Rosa, la anfitriona, pasa, no te preocupes que no hay hombres en esta casa, sólo mi hijo y se fue con su novia.  Indicándome con la mano el salón.
-¡penita, pensé yo!
Sólo quedaban dos asientos libres, uno junto a María. Observé una a una las mujeres, intentando adivinar su estado civil. Sin duda a mi izquierda la recién parida, la más jovencita. De frente en sillón separado, elegante, y con botón del pecho de la camisa abierto, una de las separadas. –Acerté casi en todas.  Había una funcionaria, una maestra, dos directivas, una secretaria, tres paradas conmigo, dos agentes de seguros y otras dos que no supe ni sus nombres y menos la profesión. Siempre en cualquier grupo hay personas así.
Se presentó Belén, la vendedora, ¡no podía tener otro la dueña de semejante maleta! Discreta, con experiencia, resignada a escuchar siempre lo mismo y reír las gracias, para al final hacer buena caja.
Como buena profesional comenzó por los aceites, los bálsamos y las velas, todo comestible.  Seguíamos una lista interminable hasta el 69. A medida que avanzábamos la cosa prometía.  Busqué entre tanto nombre largo y en el 47, había un tal Johnny. Sólo una pega, el color.En el 49, un dedil vibrador, marca Soledad. La vendedora para hacerlo todo más real nos lo iba dando a probar. Pero todo, todo, no. 
En el 50 las bolas chinas. Dos bolas de ping-pong colgadas de un cordón, que al parecer introducidas en la vagina dan placer y evitan la incontinencia.  Escuchar esto a la funcionaria le hizo gracia y escenificó magistralmente When Harry met Sally. Eligió entre movimientos y voz entrecortada, la forma en que rellenaría los formularios de impuestos con los contribuyentes. Cuatro más las compraron. 
En el 60 unas esposas. ¡Otro juguete sexual con nombre apropiado! ¡No puede ser casualidad!  Las compraron cinco, yo ya las tenía.   Y en el 69 uno llamado Orgásmico, aunque a este ya llegamos todas muy cansadas.
Habíamos tomado notas, y al minuto hacían su pedido.  Mi amiga acabó la última.  Había recibido 5 SmS de su marido. Yo al día siguiente me metí de nuevo en mi rutina y a las cuatro hice el break para el café.
El Maserati y la firma de unos papeles

El Maserati y la firma de unos papeles

Samuel L. Hudson lo tenía decidido.
Iría aquella tarde a recogerla a la salida del High Stone Institute. Le acababan de entregar su flamante Maserati, último modelo, con el que podría llegar hasta el mismísimo cielo.
Sabía que le causaría una enorme sorpresa, y pensó que en el momento que viese su auto le disiparía cualquier duda de su cabeza. Los niños estaban de excursión con el colegio y no volverían hasta final de semana. Limpió el vaso del desayuno, y terminó de hacer la colada. Se metió en su despacho, abrió con determinación el cajón del buró y firmó unos documentos. Los metió en un sobre, lo cerró cuidadosamente y lo dejó apoyado sobre la Tiffany de la entrada.
El sol brillaba mortecino sobre la vaya de la casa, metió a su leal perro Jackson, en esos momentos su mejor compañero, y echó las tres llaves a la cancela. La tarde empezaba a echarse tenuemente sobre las escarpadas montañas. El valle comenzaba a quedarse en sombras.
Aceleró todo cuanto pudo para llegar puntual a su cita. Era un placer tener entre sus manos toda aquella maquinaria que le respondía en silencio tan sólo a la orden de su zapato. La cara de asombro que pondría su esposa bien valía los doce mil dólares que había pagado.
La encontró bajando las escaleras, charlando amigablemente entre compañeros. No quiso interrumpirla. En el último instante se despedía de un joven besándole fugazmente en los labios. Samuel L. Hudson frunció el ceño, y golpeó con violencia el claxon.  Josephine salió de inmediato de su ensueño y perpleja saludó a su marido.
-¿Qué haces aquí?  Preguntó  con  inquietud y ¡de quién es ese armatoste!.
-Sube, quería sorprenderte, te llevaré a casa. Es lo último en maquinaria moderna. Tengo que contarte algunas cosas.
Josephine se subió a regañadientes, entre temor y anhelo. Esperaba desde hacía dos meses una respuesta y quizás habría llegado. Arrancó en silencio. Apretó con todas sus fuerzas el acelerador y de inmediato cogió la West Road camino al rancho.
Las abruptas cumbres desaparecían de inmediato por la ventanilla como lo hace el agua sobre las rocas del desierto.  Los escasos carteles que aparecían a su paso le resultaban ilegibles.
– ¿Entonces lo vas a hacer?.  ¿Al final vas a firmarlos?. Fueron sus primeras palabras. Dice mi abogada que tarde o temprano tendrás que hacerlo. Que es lo mejor para ambos.
Pero…¿Podrías ir más despacio? …Me estás asustando, ¡para, loco, que me bajo! Un silencio penetrante se alojó como único pasajero.  Continuó acelerando, giró bruscamente en la primera curva y el coche saltó volando. 
Ese día Samuel L. Hudson lo tenía decidido.