CEGUERA




-Dicen que todas las despedidas son tristes. Pero no es verdad.
-¿Definitivamente te vas?
-Si.                                                   
-¿Por cuánto tiempo?
-Por años
-Entonces… lo nuestro …
-Clara, sabes que lo nuestro no duraría mucho, confórmate con estos dos años.
-Hablas como si no te importase…
-que es eso, que nunca entraste en  mis planes. Esta oportunidad no la puedo desaprovechar. Trabajar en la Nasa no es cualquier cosa, sólo unos pocos lo consiguen. Era mi sueño desde pequeño.
-Ya…, pero yo podría irme contigo. A mí no me importaría dejar mi trabajo para irme contigo. Pedro, estos dos años han sido los más felices de mi vida. Nunca había conocido una persona como tú. Yo te quiero.
-No te prometí nada. Confórmate. Es mejor. Piensa en que es una oportunidad también para ti. Para empezar de cero.

Clara hace esfuerzos  para que su rostro no refleje  el estado desmembrado en que se encuentra, sin que sus ojos suelten todo el dolor contenido.  Mira perdida por la ventanilla del coche  y sus dedos se mueven inquietos apretando con fuerza el lóbulo de su oreja izquierda.

-¿Y si busco trabajo allí?. Las enfermeras españolas estamos muy bien valoradas en todas partes. Y Podría ayudarte a buscar casa. Y no tendríamos que separarnos.Y no tendrías que irte sólo.

-Si eso es lo que quieres de verdad, lo que te hace feliz, piénsatelo bien, no me importa que me acompañes. Puedes venirte. Aunque ya te digo de antemano que yo estaré trabajando y puede que no encuentres trabajo. ¿Cómo vivirías allí? ¿De qué comerías? A los dos días tendrías que volverte.

El rostro de Clara se recompone al instante y un intenso brillo se instala en sus ojos. Le retira la mano derecha del volante, se la lleva a la boca, dejándosela marcada por el carmín de sus labios.


A mi amado y sus campos de girasoles

El Astro,

en los extensos terrenos,
forman un único manto blondo.

Anhelo retroceder a esa primera tarde,
cuando te observo bajo la copa del viejo sauce,  
cercenando la inmensa cortina amarilla con tus manos,
recias con los girasoles,
tersas y obedientes tocando mi piel.

Ahora,
confundida por tu ausencia,
perdida en el luto del negro hollín del asfalto 
donde no puedo hallarte,
saludo tu piedra fría,
siente alivio mi desconsuelo si los traigo sobre un papel… ¡pintados!.



A mi querido Manuel Mingorance. Que un día tuvo la generosidad de otorgarme su amistad y confianza y un legado inmenso para la  Fundación Irene Megías contra la Meningitis con la que colaboré durante cuatro años.

Acerca de Amalie Leschamps, artista social

Acerca de Amalie Leschamps, artista social



Amalie Leschamps salta al público cuando estudiaba creación literaria y guión de cine para contar historias de la vida. Porque siempre es ella la que las cuenta.
La que se presentaba a los premios de la revista AR y ganaba su 7ª y 8ª edición con el primer puesto, como la que montaba exposiciones en las galerías Paz Feliz y Caja Navarra para recaudar fondos a favor de investigar la meningitis en España. O la que con Publicitarios Implicados ganaba el premio «mejor anuncio de Marketing Social» con «Queremos llegar antes» en el Festival de Cine de Málaga, todo esto es ya historia, su historia.
https://www.youtube.com/watch?v=FfGn51amg7M,
https://www.facebook.com/amalieleschamps/

Desde hace muchos años el drama de la migración por motivos de guerra, persecución o asesinato por violencia de género, la desigualdad en el reparto de la riqueza, la falta de vacunas para atajar la meningitis, el dolor y sufrimiento de los niños indefensos y una larga lista,  no le son indiferentes.
Le hacen pensar, recapacitar, comprometerse, empatizar, intentar ser mejor persona, ayudar con lo que tiene, y a través del arte, crear obras.
Le lleva a formar conjuntamente con su socia María Ortega una asociación cultural sin ánimo de lucro «ID arte, mil formas que tocan la fibra»

Unas veces se sirve de la escritura como los testimonios de los valientes y marginados voluntarios españoles en Lesbos en colaboración con su amiga Nur Kas,  otras denunciando con una instalación de chalecos asesinos de la Isla de Lesbos «Grito Ahogado» exponiendo y haciendo que al menos el tiempo que dure la visita, se recapacite y se piense en ello. Se recuerde que existe y que debemos tomar partido en ello. No dejar que nos pase indiferente.

Participa en la acción «Furoshiki book» invitada por el colectivo Mujeres Dos Rombos http://mujeresdosrombos.blogspot.com.es/p/furosiki-book.html, 


Gana la Beca Mahou SanMiguel Innovación y Diseño con el proyecto Ecocoon 2015.
Crea mesas redondas «Cuando la comunicación toca la fibra» o presenta documental «53 MOONS» dentro de la programación de Punto Quebrado.

Con Punto Quebrado, las huellas del éxodo desde la creación del proyecto conjuntamente con Carmen Pallarés y María Ortega pudo estar en Málaga, en el Museo Jorge Rando (marzo-abril 2016) http://www.museojorgerando.org/ciclo/23/punto-quebrado-las-huellas-del-exodo.html
y posteriormente en Madrid, en el C.C. Casa de Vacas (septiembre2016)
http://www.arteshoy.com/?p=9611
https://www.facebook.com/idarteasoc/

Recogió muchas tarjetas que fueron entregadas en los campos de Refugiados en Grecia con los deseos de todos cuantos pasaron por el Retiro.







Otras veces participando en ACT OF MEMORY. CentroCentro Madrid. En el marco de la exposición de video-arte Lo Inconmensurable: una idea de Europa (Julio 2016) Declaración de los Derechos Humanos. http://www.centrocentro.org/centro/exposicion_ficha/193

Posteriormente su labor social como artista le llevó a presentarse a la convocatoria del concurso KAMANÍ con la obra «Empatía, Yo me, tú te, él se»que el Museo de América conjuntamente con el Ministerio de Cultura habían abierto, y tuvo el privilegio de ser una de los diez ganadores.

http://www.mecd.gob.es/museodeamerica/actividades2/Proyectos.html,
http://www.migrarescultura.es/historias/proyecto-kamani-amalie-leschamps/

Coordinadora de la Mesa de Cultura, Igualdad LGTBI del Distrito de Hortaleza. Fue Tesorera de Blanco, Negro, Magenta y continuando como socia en su actualidad. Sigue trabajando, creando proyectos culturales y componiendo obras pero siempre desde su visión de artista social. Crear para manifestar sus sentimientos es la mejor forma que tiene de expresarse. «Mis éxitos o mis fracasos no son míos», son de cada causa, como lo son también de Amalie Leschamps.

Anexo

Encarceladas (Ana Frank)

                                                       Comisaria Concha Mayordomo

Rostros del Olvido (Restituo)

                                                                 Fonseca (Salamanca)

Regalemos kamaní

                                                Regalemos kamaní

Con motivo de mi participación en Punto Quebrado, las huellas del éxodo, en Málaga tuve la oportunidad de mostrar los relatos de personas valientes y generosas de corazón que sin pedir nada a cambio se embarcaron a dar calor y amor a tantos refugiados que están llegando a nuestras fronteras europeas.

Esos relatos sumados a otros tantos queremos sacarlos en un libro y la venta del mismo junto con otras acciones que reviertan íntegramente en los que más lo necesitan. 

Ahora mismo mi amiga Nur Kas está dando todo lo mejor de sí nuevamente en tierras griegas. Ella hoy ha publicado unas imágenes rodeada completamente de niños que han y están sufriendo lo indecible sólo necesitan una pequeña muestra de cariño para que le entreguen todo su amor. ¿Seremos capaces el resto de continuar dándoles amor y conseguir integrarlos, y que se desarrollen como personas dignas que son?.
En una lengua del amazonas del Perú, formada por muy pocos quechuaparlantes, y compuesta por pocos vocablos  kamaní  significa «dignidad». Me resulta curioso que no se olviden de algo tan importante en su lenguaje. ¿Será que en el nuestro sobran demasiadas palabras y hacen falta más hechos? Os dejo esta reflexión.

Halloween en La Fábrica de Chocolate

Halloween en La Fábrica de Chocolate

Absorta en el tac que me acababan de realizar,  me dirigí por la calle Arturo Soria al Centro Comercial en el que acostumbraba a compar cuando mi monedero abultaba más.
Desayuné plácidamente y como irremediablemente ya había perdido la clase de Guión de Cine, decidí dar una vuelta y ampliar así mis conocimientos en nuevas tendencias de escaparates.
De inmediato uno me “atrapó el ojo” ,  espléndido y my atractivo, formado por multitud de figuras de Halloween, todas ellas de distintos colores, teniendo como único elemento común el chocolate.
Sin darme cuenta ya estaba dentro de la tienda rodeada de dentadas calabazas, malvadas brujas con escobas de colores y terroríficos fantasmas.
-Perdone señorita, ¿las piruletas naranjas que tienen el escaparate con forma de murciélagos también son de chocolate?
-Si señora, todo lo que hay en esta tienda está hecho de chocolate. Son de chocolate puro con naranja natural. Totalmente artesanales- me contestó con una amable sonrisa en su cara..
-Les felicito muy sinceramente. Me da mucho gusto encontrarme con tiendas como ésta, modernas y con tanta especialización. – Por cierto…….-dije dejando caer mis palabras- ¿de dónde sois?
Frunciendo el ceño y dando un paso hacia atrás del mostrador me contestó un seco y tajante – No es de aquí.
-Ah!!! ¡Qué lástima! ¿Qué es belga quizás? Porque por su diseño de vanguardia y la tradición chocolatera que tiene mi tierra ¡¡¡¡¡bien podría ser catalana!!!!!
En segundos su semblante se relajó y acercándose mucho a mí, con voz baja, me contestó: -es catalana. La fábrica está en Barcelona.-
Seguidamente abrió un cajón con determinación y me entregó una bonita tarjeta en la que figuraban todos y cada uno de los nombres de los trabajadores que conformaban su empresa.
-Estamos aterrados, no podemos ni abrir la boca. Es mejor no decir de dónde somos porque tememos que el boicot a los productos catalanes se materialice y todos nosotros empecemos a pasar problemas con despidos y pérdidas cuantiosas.
De modo, que si alguien pregunta, tenemos desde hace unos días la consigna de decir que “no es de aquí”.
Nosotros no tenemos nada que ver con los políticos de turno ni con lo que está pasando, sólo nos interesa conservar nuestros puestos de trabajo y sacar a la empresa adelante. Este año se esta convirtiendo en el peor Halloween de nuestra vida.
 -Así es, no siempre “mas” es “mas” y quien al final padece el pato  de los delirios de los políticos somos los demás. Sois vosotros quienes tenéis la posibilidad de pararlo. Y que conste que es un tema que respeto aunque no comparta. Creo que ahora no toca pero curiosamente siempre con depresión económica los nacionalismos se disparan. -Le contesté ¡¡¡¡¡como si yo supiese  algo de política !!!!!-
Pagué mis piruletas despidiéndome con un fuerte SORT!!!!! VOLVERÉ!!!!!!

Bautizo AFRICANUS

Bautizo AFRICANUS

 
Ya no queda patera,
ni tampoco voces.
Multitudes pardas,
de largas algas deformes,  
fijadas a la piel, camuflan también mi renegrido rostro.
Aún conservo mi identidad.
Ni la luz del faro,
ni el despertar del día podrían delatarme.
No me muevo.
Mi pensamiento vuela, trayéndome quién soy  a la orilla.
Mis apellidos,
mis orígenes
y lo que vine a hacer a esta “Tierra de Oportunidades”.
Sigo inmóvil.
A golpes, expulso por mi boca
los restos de un Atlántico culpable de dejarme huérfano.
Por un instante me arrepientode haber venido.

No sé qué hacer,

ni a dónde ir.
Siento frío.
Mucho frío.
La humedad adherida a los huesos penetra al alma,
provocando que pierda un poco el sentido.
Costa.
Sol incipiente.
Niebla densa, envolvente.
¡Los graznidos esta vez
resuenan demasiado cerca.!
Sin éxito,
intento moverme.
Lentamente,
venciendo al dolor lo consigo.
Aparto el lastre y echo andar
llevando únicamente por nombre “un sin papeles”.
Tarifa (Agosto’12) en recuerdo a la desaparecida Samia Yusuf Omar y a «tantos otros» para nosotros «sin nombre».
Una Esquina con mucha Historia

Una Esquina con mucha Historia






Esquina Vírgen de los Peligros con Alcalá.
Mi agradecimiento a  http://www.archivosragel.com/

  

Dejé confiada la prótesis  en el suelo y descansé  el hombro, sabiendo que no podría escaparse  sola, por mucho que aún  llevase el zapato.
Si mi hijo me hubiese visto trastear buscando su antigua pierna  en el armario seguro que me  hubiese dejado de hablar,  a su edad todo lo que hago le avergüenza.
Pero para mí llevarla era importante.
Tenerla tan cerca hacía que no me desviara del pensamiento por el que me había levantado aquella mañana.
Aproveché para cambiar  de  hombro la pancarta que el día anterior había construido,  (una gigantesca tijera con puntas hacia abajo enmarcada en una enorme señal de prohibido, donde figuraba “SANIDAD/DEPENDENCIA”).
Y continué  la marcha. 
¡¡Mira!!,  le dije a Pilar,  -indicándole con el dedo dos calles más arriba-. En aquella cafetería de la esquina,  desde que le jubiralon, quedo con Antonio una vez al mes  para desayunar . 
¡Cada día aprendo de él algo nuevo!.  ¡No sabes lo que he disfrutado todos estos años de su  experiencia y sabiduría en el trabajo y ahora más siendo compañeros de voluntariado!. ¿Te he contado alguna vez que es donde por primera vez se ofreció como donante de riñón para mi hijo? ¿Y que cuando «su amigo» (como él le llama) no podía andar venía a enseñarle a jugar al ajedrez? ¡Es un verdadero amigo!, ahora es a él al que le cuesta andar, pero aún así no falla nunca.
Giré la cabeza  y me vi hablando para un grupo de personas ajenas.
Había aligerado demasiado el paso y Pilar se mezclaba entre una aglomeración que voceaba al unísono “¡Mariano, no llegas al verano!”, «Rajoy no cumples tu programa». 
Me paré y la esperé.
– ¿Has oído algo de lo que te he dicho?. Dije sin convicción.
– ¡Es difícil andar a tu lado entre tanta gente!, ¿qué decías?
– Nada.
Al llegar justo a la esquina, siguiendo la multitud, forzosamente nos detuvimos por una sentada de perros-guía que acompañaban  a un grupo de la ONCE. Al contemplarlos formando piña, con sus miradas perdidas  pero megáfonos en mano se me dibujó una leve sonrisa en los labios.
¡Si hay leyes que siempre se cumplen sin duda son las de Murphy!, ¿qué probabilidad tenía  de encontrarme con alguien conocido entre más de un millón de personas?.
Y de ser conocido…, dentro de la “teoría de los seis grados de separación ”, ¿qué probabilidad de ser uno de los más cercanos, de los que ves día a día, como es el caso de un jefe?.
Pues bien, por la espalda, inesperadamente, la palabra ¡¡¡¡¡¡ROOOOJAAAAAA!!!!!!, de un conocido vozarrón se alojó sobre mi cabeza a modo de enorme chistera, calando de inmediato por mi interior.
Creo que palidecí y sonrojé a la vez –¡si es que eso se pudiera hacer!-.
¡Tampoco supe dónde mirar!.
¡Ni qué hacer!.
¡Sentí bochorno! aún no se porqué.
Fue Pilar, quien saludando apresuradamente me sacó al paso de aquella situación.
  ¿Qué hace por aquí D. Fernando, si hoy no hay oficina?- acompañando a su voz cierta ironía.
   Participo los domingos en las visitas guiadas “Historias y Leyendas de     Madrid”. ¡Son muy interesantes!. Nos cuentan la Historia de Madrid. ¿Sabíais que exactamente donde nos encontramos, en esta esquina, existió un conocido café de tertulias llamado FORNOS y que tiene una leyenda muy bonita de un perro vagabundo al que un Marqués le puso por nombre Paco? Mañana cuando os vea por la oficina os la sigo contando… Y vosotras, …¿qué? …¿habéis estado en la manifestación? ¡Pero mira que sois  rojillas!
¡Volví a cargar la prótesis, levanté la pancarta y reanudamos la marcha hacia la diosa frigia Cibeles!.
Memorias en la estación

Memorias en la estación

Los trenes pasan con paradas fugaces, otras muy lentas.

Marcan el trayecto que debes de tomar en cada momento. Por eso vengo aquí, todos los días. Aún me quedan algunos amigos con los que poder recordar algunas batallas. Y también estar a ratos con María, aunque me falte ya cinco años.
¡Es curioso!, me cuentan historias que yo desconocía, ¡nunca se sabe todo de la persona que amas!. Como cuando ayudó a traer al mundo al único varón de Antonio. Era la moza más capaz y la más divertida. ¡Una mujer!. Que aunque nos matase a dos chicos la meningitis, y le llevasen un hermano al psiquiátrico aún sacaba fuerzas para prepararme unas buenas gachas  y lavar la ropa sin quejarse.
En la estación es fácil estar, sólo necesitamos un banco. A refugio de las inclemencias del tiempo.
Nos gusta «adivinar» qué tren llega. Y si entre sus pasajeros irán ingenieros, médicos, abogados, políticos, o algún guarda forestal como nosotros. Antonio sólo hace que repetir lo ancho y altos que eran los eucaliptos y alcornocales de entonces, y el peligro que tenía derribarlos.
¡ Antonio también perdió una hija y no se acuerda!. ! Ni siquiera del éxito que levantaba entre las chavalas!. Mitad Gardel y mitad Sepúlveda. Era nuestro ídolo. Retrocedió a alguna parada.
Su otra hija le trae y le lleva a  su antojo, aunque le deja pasar un rato con nosotros. Ahora dice que se irán a vivir a la capital.
No creo que allí le entiendan. ¡Qué manía les ha entrado a todos de irse del pueblo!. Si es así, no creo que le veamos nunca más.  ¡Otra baja!.  Ya estamos acostumbrados. A todo se acostumbra uno. Aunque un día con el consentimiento de su familia sacaremos un ida y vuelta para visitarle antes de que sea demasiado tarde.
En verano nos vamos a los situados junto al río. En esos podemos hacer también algo de ejercicio.  Tienen aparatos.  Pusieron muchos en las orillas los del nuevo gobierno, también nos subieron las pensiones. Se creen que no nos damos cuenta que lo que quieren es nuestro voto. Siempre es lo que quieren, aunque es mucho mejor que nos lo pidan. Hay que hacerse el tonto y que sigan cuidándonos. Estamos todos escarmentados de la política.  
Entre nosotros hay de todo. De izquierdas y de derechas. Antes se decía, rojos y nacionales. Pero lo que más abunda después de tantos años es el sentido común. Que es lo que de verdad nos hace más iguales.
Procuramos hablar poco de la guerra. Hace mucho daño.  Sólo abre heridas. En aquellos años todos perdimos. Hay quien incluso todo. Siempre pierdes cuando alguien muere en el frente. Los afortunados de verdad son los jóvenes, pero creo que ellos aún no lo saben. ¡Lo hicimos mal, muy mal,  menos mal que nuestros hijos supieron arreglarlo!.
 A donde no vamos es a los asilos. Ahora les dicen geriátricos. Pusieron dos nuevos. Se ve que son negocio. Allí nos marcan las horas, una para merendar, otra para jugar a las cartas, otra para las medicinas. Me lo ha dicho Manuela que lo sabe bien porque en verano es  donde la dejan.
 Aquí hacemos poco, pero decimos cuanto queremos. Y sin explicaciones. La vida aún nos pertenece.
 Se nos pasa las horas tan sólo mirando el reloj antiguo de la pared central. Es simple. Ya se encarga el tiempo de complicarlo todo. Aún lo conservan. Los nuevos, digitales, marcan también las llegadas y salidas aunque a veces son más complicados. Ya no estamos para tanto bullicio.
Aunque si Josefa y Virtudes han aprendido eso de Internet para hablar con sus hijos que se quedaron en Argentina no digo yo que un día no lo haga,  porque me han dicho que las clases las da una profesora muy guapa, simpática y lista hija de “el barrenero”. Yo tuve la suerte de al menos saber leer y escribir, nací en el seno de una familia tradicional, donde el varón podía estudiar, y hubiese sido creo que médico si no me hubiesen arrebatado mi juventud como lo hicieron. Eso y que muy pronto tuve entre mis brazos a mis dos hijos. Todo esto se lo diría a mis nietos, si los tuviera. Esto y que estudien hasta que sean viejos. 
Mañana iré al mercadillo, al  que han abierto a las afueras, que con suerte  volveré a ver a la preciosidad del bastón largo y gafas oscuras,  que esta vez  seguro  la fulmino con mi voz y de paso me traigo alguna uva.

Ya me voy, para hacerme la cena mientras pueda, que han pasado el Alvia de Madrid y el Talgo de Bilbao, así llego a tiempo de echarme la cabezadita con las noticias.

«a mi abuelo pirata»

El funeral de una hermana

El funeral de una hermana

Sin mediar palabra.
Así permanecieron a lo largo de todo el trayecto. Sólo la música de la emisora  se interponía en su silencio. Abstraídos cada uno en sus propios pensamientos. Hacía ya algunos años que venía ocurriendo y Hellen  se preguntaba siempre incansable el motivo.
No sabía si por los cuatro lustros de convivencia, por desidia o por la dura situación que les había puesto unos años atrás la vida. Como en todo,  no tiraba la toalla. Muy en el fondo sabía que se seguían queriendo y lo más importante era que sus tres hijos les necesitaban juntos, por lo que dejaba trascurrir el tiempo en un pequeño pacto no escrito.
Hellen había elegido el negro. El color que mejor la reflejaba por dentro y el más apropiado para llevar en estos momentos.
Hacía muy poco que un cáncer fulminante se había llevado a la hermana de su amiga Stella, dejando a cuatro chicos huérfanos y a un marido viudo. Pero sobre todo para Hellen la ausencia era la pérdida de una hija y la de una hermana.
Intentó hacer caso a su psicóloga, sabía que tenía que cuidarse del dolor ajeno, sin dar el pésame en persona, dejando pasar el tiempo, aunque la duda de ser fiel a su amistad la estaba concomiendo y añadiendo aún más daño al sufrimiento. ¡Ya era suficiente el que debía  soportar por ella misma como madre de un niño enfermo!.
Aunque lo intentaba no conseguía separarse de sus sentimientos, dejarlos a raya sin que le inundasen por dentro. Evitaba el encuentro, con falsas excusas, alargando el instante. Consolar a una madre por la falta de un hijo la superaba, sabía en primera persona que una cosa así no tenía consuelo. Y no quería fingir ni mentir. Aunque la realidad siempre te atrapa. Y había llegado el momento de hacerle frente.
Al llegar, presidía la Iglesia, un gran parque con valla de colores, donde muchos niños jugaban incansables mientras atendían a las voces de distintos acentos de sus cuidadoras. En la puerta principal una gran aglomeración de personas salía de una boda. Entre risas y alegría.
Al entrar enseguida divisó la silla de ruedas de Maragaret, una encantadora anciana de pelo blanco e intensa mirada azul, que dejaba adivinar lo bella que fue un día, atendiendo incansable con su exquisita clase a la multitud de personas que la abrazaban y gracias a la amplia medicación que tomaba más bien la hacía creer que estaba en otro tipo de acto social que en el de una la madre abatida en el funeral de una hija.
A su lado, y como llevaba haciendo pacientemente los últimos años, su amiga Stella, siempre elegante, sin perder las formas, aguantando estoicamente las injusticias que estaban cometiendo con ella su familia, desde que un día decidiera por salud propia que ante los abusos que cometían  debía de poner algún límite. 
De las dos hermanas ella era la que se llevaba la peor parte, pagaba demasiado caro ser soltera, aunque también se beneficiara de la otra cara de la moneda. Tener el incondicional amor de unos padres,  en los últimos cinco, ya sólo, el de su madre.
Había tenido demasiadas pérdidas antes de alcanzar el ecuador de su vida, desde la de su adorado hermano, siendo muy joven, a la de su amado padre, pasando más recientemente por la de un primo-hermano y ahora la de su única hermana. A veces sin saber el motivo estas cosas ocurren. Y es mejor no preguntárselo a falta de respuesta.
A continuación, por orden, siguiendo la fila, pero separados por un abismo invisible, el menor de los hijos recogía sus lágrimas sobrecogido, después el marido, con la cabeza bien alta orgulloso más por el puesto que le correspondía de viudo afligido que por el de la pérdida de “un amor verdadero”, tras él sus dos hijas de preciosas melenas rubias onduladas y por último el mayor de los vástagos, el más preocupado de todos en averiguar quién aparecería por la puerta.
Hellen y su marido dieron el pésame únicamente a Margaret y Stella, en muy pocos segundos, por el dolor contenido y tomaron asiento tres bancos detrás de ellos, posición que justificaba ampliamente poder observarlos.
Contempló a los hijos y los vio ¡Tan bellos! ¡Tan guales! ¡Hasta con el mismo remolino en la nuca! Aunque lo deseara, estaba convencida de que no lo vería. Esperaba durante la ceremonia o después de ella, un pequeño gesto de acercamiento fuera del que requería el momento “darse la paz entre ellos”. Un abrazo sincero y profundo a su valiente y desconsolada tía.  La distancia que llevaran ejerciendo los padres sobre ellos estaba dando por desgracia el mejor de sus frutos.
Entre los asistentes multitud de familiares de todos los lugares. Como corresponde a una familia tan regia y prolija. También personalidades de todos los ámbitos de la sociedad. Altos cargos directivos conocidos, periodistas afamados y alguna cara reconocida perteneciente a sus verdaderos amigos.
Hellen abrió por segunda vez su bolso para sacar otro pañuelo. Lloraba desconsoladamente. Lágrimas de pena propia, de pena ajena, y por pura pena. Hay quien incluso dijo, ¡pobre chica, qué afectada está por la pérdida de Kristine!, dando por sentado que debían de ser buenas amigas. Quizás debía parar, pero en esos momentos no podía.
Dio comienzo la homilía. De rostro entrañable, el mayor de “la familia”, el más respetado que ostenta el título nobiliario y siempre presente en todos los actos como corresponde al cargo, acompañado por uno de sus hijos, leyó emocionado “la palabra de Dios”.
El sacerdote se refirió en distintas ocasiones a la pérdida que supone la falta de una hija, de una esposa, de una madre, y de una amiga pero se olvidó el de una hermana.
Hellen reparó en ello la primera vez que lo hizo, pero lo atribuyó más a su propio despiste. Cuando ocurrió por segunda vez miró a su marido con cara confundida, y él asintió sacándola de la duda. ¿Había sido deliberado?, ¿alguna mano oculta estaba ejerciendo sus poderes?. No lo sabía, pero de lo que no tenía duda era que había sido injusto y cruel con su amiga y admiraba la entereza como lo soportaba mientras la miraba de soslayo. Pensó en que ya ausente podía haber sido generosa con ella.
Llegó el momento de la Eucaristía y como podía esperarse, fueron muchos los participantes. Hellen por primera vez comulgó con una monja, nunca antes le había gustado hacerlo, pero en esta ocasión se percató de que llevaba puestas unas modernas zapatillas, unas Fittness step y eso le causó gracia.
Al acabar abrazos y besos nuevamente entre los familiares. Ya en la salida se encontraron con un conocido amigo con el que intercambiaron impresiones haciendo hincapié en lo desafortunado del discurso del torpe párroco. Tanto del deliberado olvido, como de la inoportuna súplica al Santo Padre para que se hiciera inminente  el reencuentro  de madre e hija.
Todos los familiares fueron juntos a la comida que Stella había preparado, hacía mucho que no se veía con todos ellos.
Hellen se retiró y entró nuevamente en silencio.  Al fondo, en el parque, la vida seguía, los niños continuaban gritando y jugando, ajenos a a todo lo que les deparará la vida.

COMER EN MADRID

COMER EN MADRID

¡Soy Alexandra! y ¡tres días llevo sin salir del baño!. Desde que dijo mi señora que probara el turrón de pasas, el de almendras, el de chocolate, el de fresa, las peladillas, el Capón relleno de setas y jamón, el champán, los polvorones y los pestiños. Me lo merezco por hacerla caso y por aprovecharme ahora que puedo.
Y es que en el país del que vengo sólo los he visto por la televisión. Mi estómago se está haciendo a los alimentos de aquí y sobre todo, sobre todo… a llenarlo. Menos mal que me cambié de casa.
Cuando llegué a España me puse a servir en casa de la Sra. Inés. Una señora que sólo dejaba comida para su hijo cuando se marchaba a volar y casi siempre volaba.  Aunque estando ella era igual. Deseaba que todos los días llegase su novio inglés que le cambiaba el carácter y de verdad era cuando pisábamos el supermercado.  Y claro, aunque me sonaran las tripas y aunque me matasen nunca le robaría la comida a un pobre niño. ¡Qué culpa tenía él!. ¡Ya tenía bastante con no conocer a su padre!.
Se quedó huérfano, de un señor piloto que por la foto del salón debía de ser bastante mayor, al que le dio un infarto antes de nacer él y vivía prácticamente también sin madre que la mayor parte del tiempo estaba en el aire.
¡Sólo me tenía a mí!. ¡Todo el santo día volando!. A demás yo por aquél entonces no sabía ni salir a la puerta de la esquina, sólo conocía la Iglesia, y mucho menos El Hipercor. Y aunque lo supiese no hubiese podido comprar nada. El párroco fue el que me habló de esa casa. Acababa de aterrizar en Madrid y lo primero que tenía que hacer era trabajar y ganar dinero.  Dinero para mí, para mi hija, para darle un futuro mejor y una infancia que yo no tuve y dinero para mandar a mis padres. La dejé con mi madre porque mi marido se fue con “otra” cuando tenía tan sólo dos años. Ah, y también dinero para pagar los mil quinientos dólares que pedí prestados a una Agencia con los que compré el pasaje.
Nos bajábamos a la piscina y al patio con los niños todos los días después de “listar las cosas de la casa”. La plancha procuraba hacerla en el rato de la siesta. Mientras Nachete dormía.
Todas lo sabían, y subsistía gracias a las otras “chicas”. Cada una me bajaba lo que podía. Vasos de gazpacho, frutas y restos de ensaladilla. Cosas que yo jamás había comido antes.  Aunque del país de donde vengo tenemos algo que se parece mucho a la ensaladilla, pero le ponemos piña.  Mientras que Nachete permanecía en el carrito tranquilito yo lo devoraba todo. Me chupaba los dedos, y hasta el envoltorio.  Eran buenas chicas porque aunque no tuviesen, ninguna, una jefa como la mía y a ninguna le sobrara, sobre todo a lo que se enfrentaban eran a sí mismas, a saber compartir en la vida.
Durante el resto del día, me acompañaba un saco de ruidos que me provocaba muchos dolores y trastornos, y que yo procuraba aliviar bebiendo mucha agua, ¡que tengo que reconocer que aquí es muy buena!, algo de leche y algunos pedazos de pan que recogía de las basuras cuando el portero de la finca no me veía. 
Así pude aguantar bastantes meses. Creo que supe que lo haría en el instante que conseguí mandar dinero a casa por primera vez y saber que al menos allí ya no faltaría el pan cada día.
Procuraba dejar algo para mí, para el Bono-Bus y para los macarrones, que guardaba entre mis sábanas y que me hacía a escondidas cuando estaba la señora.
Compraba por kilos, porque era barato y me llenaba la barriga. Hasta el día que metí la pata y quemé su blusa de seda. No sabía que debía bajar la temperatura y los chillidos se oyeron hasta en la Castellana, aunque sólo fuese un piquito de la manga.  
Lloré mucho ese día y las semanas siguientes. Quería irme de allí en seguida, aunque me diese mucha pena de Nachete. Ese día me bajé al locutorio y hablé un buen rato con mi madre. Le conté todo lo que me estaba pasando como si le estuviese leyendo el Diario. Ahora hablo mejor, pero al principio no podía ni entenderme bien con la gente. Me decían que no hablaba español. Desahogarme me sentó bien, y de esa forma llegué a aguantar unos meses más. Pasaron las Navidades y volvió a mejorar despacio el tiempo.  Fue entonces cuando abrieron de nuevo la piscina y cuando Doña Clara habló conmigo. Me preguntó si conocía a alguien que quisiese trabajar en su casa cuando naciera su hijo. Le miré fijamente a la barriga y le contesté que yo lo haría. Que había llegado el momento para mí de un cambio.
Dejé a Nachete ya andando y al Diario debajo del colchón con las prisas. Conseguí rescatarlo cuando hablé varias veces con la nueva chica. La Sra. Inés tardó mucho en encontrarla. Es polaca y entiende muy mal español. Ahora soy yo quien le baja cosas.